13 junio 2008

Paul Poiret (1879-1944)





Paul Poiret nació el 8 de abril de 1879 en un ambiente propicio a los placeres sensuales, pues sus padres eran comerciantes de telas en el barrio de Les Halles, en aquella época el "vientre" de París.
A pesar de su imaginación y carácter soñador, que hacían presagiar su futura dedicación al mundo de las artes, su padre le obligó a terminar sus estudios de secundaria y luego lo mandó a trabajar como chico de los recados en el taller de un paragüero. Poiret, de su maestro tomaba retales de seda. Con estos restos, el jovenzuelo elaboraba extravagantes creaciones que hacían las delicias de su madre y hermanas.
Su talento como dibujante le procuró un puesto en el taller del famoso modisto Doucet. Junto a él aprendió el arte de la costura, el de la buena vida y a tratar bien a las estrellas del teatro, algo que podía procurarle gran publicidad.
En 1901 se colocó en el taller más importante del momento, Worth, donde trabajó para sus hijos, que pronto se deshicieron de él. Dos años después montó su propio salón de moda. Su primera clienta fue la entonces admiradísima e imitadísima actriz Réjane.
Tres años más tarde Poiret era una celebridad conocida allá donde fuera y en cuyas fiestas se reunía el tout París.
El motivo por el que Paul Poiret empezó esta batalla contra el corsé fue que encontraba ridículas a las mujeres de busto curvo y trasero prominente. En 1906 diseñó un traje sencillo, entallado directamente bajo los pechos y que caía recto hasta los pies. La nueva mujer del diseñador era modesta, joven y de movimientos descaradamente libres. Bajo sus vestidos se escondía una hermosa figura y no un buen corsé. Pero la desaparición del corsé no era lo único que hacía parecer a las mujeres más jóvenes y atractivas, también contribuyeron a ello los colores vivos y estampados sencillos. Para rematar el efecto, Poiret desterró las medias negras y cubrió las piernas con seda de color carne.
Lamentablemente su estilo pronto comenzó a degenerar. Cada vez subía más el talle, y en consecuencia, los pechos. Además, sus escotes eran cada vez más pronunciados y sus faldas más estrechas. En 1910 lanzó la falda trabajada, que obligaba a las mujeres a ir dando pequeños pasitos. En esta ocasión las mujeres no siguieron los dictados del genio.
Esto no preocupó mucho a Poiret, que siguió vistiendo a la mujer a su antojo con caftanes, quimonos y pantalones bombachos, y cubriéndola con velos, túnicas y turbantes. El lujo en todo su esplendor, bordados de vivos colores, puntillas de oro y plata, perlas y plumas. Lo oriental era el último grito tras el éxito en 1909 de los Ballets Rusos en París, que influenciaron en las artes, la moda y, en definitiva, el estilo de la década.
Paul Poiret fue el primer modisto en lanzar su propio perfume y en 1911 se aseguró un escándalo de inmejorables repercusiones publicitarias al presentar su falda pantalón, que recibió la condenación del mismísimo Pío X.
Además, al comprobar en sus viajes que en todas partes se copiaban sus diseños, impulsó la creación del Syndicat de Défense de la Grande Couture Française, que debía proteger las creaciones originales.
Poiret no podía calificarse únicamente de modisto, pues era capaz de vender desde complementos hasta elementos de interiorismo.
Pero el creador no fue un visionario, simplemente vivió integrado en su época, en los años previos a la I Guerra Mundial. Durante ésta, el diseñador fue movilizado y, al regresar del frente comprobó con horror que todo había cambiado. Poiret no pudo comprender que la guerra había hecho más por la independencia de las mujeres que la moda. Creyó que podría recuperar a su antigua clientela dando fiestas y celebraciones, pero esto logró que acabase arruinado. Finalmente, abandonado por todos, se retiró a la Provenza, donde consumido por el rencor se dedicó a la pintura. Murió en 1944 pobre y olvidado, pero sin embargo su obra contribuyó enormemente al futuro de la moda.

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